sábado, 31 de diciembre de 2011

¡AL ENCERADO! UN LIBRO ENTRAÑABLE DE RECUERDOS ESCOLARES

El encerado era el centro del aula. El centro del pequeño mundo escolar de toda clase. Así define Ignacio Elguero, el autor del libro, ese lugar del aula temido por todos los alumnos, pero a la misma vez fascinante. 

Un relato para todos los públicos. Para los mayores supone un retrato y recuerdo de su colegio y para los jóvenes es acercarse y conocer el colegio de sus padres. Una educación con rasgos políticos y religiosos, reflejo de la sociedad del momento. El autor recoge las actividades, anécdotas, recuerdos escolares más significativos de la época desde el día del Domund, a los juegos del recreo, las colecciones de pegatinas y cromos o asignaturas que han desaparecido como urbanidad y disciplina, otras han sido reformuladas como el catecismo escolar, pretecnología y otras que permanecen como lengua con la caligrafía y ortografía, la educación física, matemáticas, física y química o filosofía.


Un libro lleno de recuerdos simpáticos conducidos por el autor de manera magistral a través de diferentes temas y voces de personajes como Juan Echanove, Patxi López, Pepa Bueno, Elvira Lindo, Sole Giménez, María Dolores de Cospedal, Javier Sierra, Ángeles Caso, Juan Luis Cano, Ángel Antonio Herrera o Mariló Montero. Con un lenguaje claro y un relato ameno que permite evocar y conocer los entresijos de los colegios españoles de tres décadas significativas en la historia de España y de una generación muy importante en el desarrollo de la democracia.

martes, 20 de diciembre de 2011

Disertación de los libros de Günter Wallraff: Cabeza de turco y El periodista indeseable

Günter Wallraff, escritor, periodista y como se deduce de sus reportajes, activista social. Es la voz de aquellos que la sociedad les ha quitado la palabra. Lo contó en su antología de reportajes "El periodista indeseable" y en "Cabeza de turco" en la década de los 70. Para ello no dudó en disfrazarse e infiltrarse allí donde su afán justiciero se hacía más necesario, entre los inmigrantes y los desposeídos.

En 1963 Günter Wallraff llamado a realizar el servicio militar se declaró objetor de conciencia, pero su solicitud fue rechazada. Ante la negativa de coger un arma fue ingresado en el departamento de psiquiatría del hospital Bundeswehr en Koblenz. Para soportar la situación a la que fue sometido decidió escribir sus experiencias en un diario para que la sociedad pudiera leerlo. El escritor Heinrich Teodor Böll le animó a seguir escribiendo debido a la desesperación de Wallraff cuando es despedido debido a ser diagnosticada una personalidad anormal “no apta para la guerra y la paz”.

Estos dos hechos, tanto contar el trato injusto que estaba recibiendo y el de seguir escribiendo, son decisivos para sus libros posteriores y el tipo de periodismo que lleva a cabo.

Este tipo de investigación, basada en una vivencia extrema de la realidad, tiene antecedentes en los procesos de investigación de algunos escritores y periodistas. Cabe destacar a Nelly Bly, Upton Sinclairp o Jack London. Este último como uno de los narradores que más se interesó en vivir diferentes experiencias para después poder escribir sobre ellas. Posteriormente, fueron muchos los creadores que tuvieron una relación más o menos duradera con el mundo periodístico, y que se interesaron por una vivencia en primera persona de la realidad que deseaban narrar. Sin embargo, por encima de las técnicas utilizadas para recabar la información y documentar el escrito, me interesa incidir en el propio texto en sí del libro Cabeza de Turco. La narración, con el tono extremadamente realista, crudo y directo, obtiene un seguimiento claramente emocional por parte de lector. De la misma forma que los novelistas realistas franceses de finales del S. XIX proponen mostrar crudamente la realidad, para conseguir de esa forma una emoción que posibilite cambios sociales, el autor logra ofrecernos, aún más dando sus escritos como testimonio personal, la sensación de estar mostrando una realidad absoluta, una visión cruda de la situación humana. De la misma forma que nos muestra el cuadro completo que está viendo Alí, también nos deja con la duda de si su relato es válido como investigación periodística, al estar absolutamente anegado por la realidad que ha tenido que vivir bajo un único punto de vista. Debemos tomar consciencia del hecho de que una visión tan parcial del problema puede ocultar otras realidades, sin permitirnos tener una concepción global del conjunto.

El rechazo llega incluso dentro de la Iglesia. Wallraf caracterizando a Alí quiere bautizarse y uno de los sacerdotes le ponen trabas de todo tipo metiendo al obispo por medio, formulando preguntas hipócritas, pseudocristianas e inquisitoriales para terminar negándole el bautismo. Hasta que llega a una Iglesia donde un joven sacerdote no le pone ningún pretexto para bautizarle. Un sacerdote que era de Polonia y sabía lo que era ser un extranjero perseguido se presta a ayudar a Alí, incluso si tiene problemas con la policía de extranjeros. ¿Este comportamiento verdaderamente cristiano le viene de la experiencia vivida, de la empatía que siente por Alí?, ¿Y el resto de sacerdotes que le niegan el bautismo actúan por miedo, por xenofobia o por la doble moralidad?


ESQUEMA DEL LIBRO
El libro “Cabeza de Turco” se divide en catorce capítulos con un título, en la mayoría seguido de un subtítulo y con una cita de autor que da sentido al desarrollo del capítulo y al título escogido. El hecho de entremezclar descripciones de escenas con reflexiones, diálogos, testimonios de obreros que han soportado estas duras condiciones laborales, informes que justifican los hechos como la inseguridad en la empresa Adler y alguna que otra fotografía de los diferentes trabajos por los que pasa el personaje de Alí son elementos que convierten al texto en reportajes que denuncian una realidad que viola los derechos de los inmigrantes turcos.

A lo largo de casi todo el libro el narrador utiliza la primera persona, siempre entre paréntesis aclarando que actúa con la identidad de Alí. Sin embargo, en algunos momentos, narra determinados fragmentos en tercera persona. Este cambio es muy significativo, ya que le sirve para disociarse de su personaje. Durante la mayor parte del texto, el autor no se permite realizar juicios de valor, comentarios u observaciones que no haría Alí. Esa búsqueda de la objetividad narrativa, a través del sujeto elegido, hace que no pueda realizar ningún tipo de juicio como observador imparcial externo. Al disociarse, sin embargo, sí puede mostrar la situación que están viviendo, bien bajo el prisma de un narrador omnisciente, o bien bajo la mirada del periodista que sufre la situación del sujeto.

Wallraff al meterse en el personaje turco, Alí, permite contarnos determinadas cosas desde la subjetividad, desde las experiencias vividas. Una de las declaraciones de Wallraf como Alí dice: “Hay que haberlo vivido: aun después de haberte duchado se concentra todo en los pulmones y ahí se queda. Por fuera estás limpio, sí, pero por dentro… todo está dentro.”

Günter Wallraff se defiende diciendo: “yo no era un turco auténtico, eso es cierto. Pero hay que enmarcararse para desenmascarar a la sociedad, hay que engañar y fingir para averiguar la verdad”.

¿El periodista se tiene que convertir en actor para denunciar una injusticia latente y a la vista de la sociedad?, ¿Pierde la objetividad al contar la historia cuando interpretar un papel? No está solo como observador sino como actor y provocador de situaciones. Lo mismo ocurre en todos los reportajes recogidos en el libro El Periodista Indeseable. Actúa de obrero, neonazi e incluso de periodista de prensa amarilla.

En varias ocasiones teme por su vida. En determinadas situaciones teme ser descubierto: Wallraff es observado por un compañero cuando se detiene brevemente a tomar notas. Pero este se hace cómplice de la situación. El mayor miedo lo pasa cuando casi es desenmascarado por el empresario Adler cuando Wallraff , interpretando el papel de Alí, hace una señal al fotógrafo y el dueño de la empresa se percata.

Ante los neonazis en un partido de fútbol donde se ve obligado a dejar de hablar en alemán, a pesar, los fanatizados hinchas en ningún momento dejan de considerarlo extranjero y le echan cigarrillos en el pelo y cerveza en la cabeza. Acciones vistas normales en una sociedad que nadie denuncia ni defiende a la víctima ¿por miedo o por qué comparten las mismas ideas? Como dice Wallraff en una de sus citas sacadas de un texto perteneciente a un anuncio de McDonald´s : “Quién no se preocupa por mirar, se vuelve ciego a la verdad”.

En los trabajos que realiza corre un riesgo elevado al estar en contacto con materiales nocivos para la salud como el amiento, realizando labores de limpieza y otras que para ser ejecutadas necesitan posiciones corporales forzadas a lo largo de horas. Y todo ello en condiciones de trabajo desfavorables. Mugre, humo y polvo que contiene plomo, cadmio o mercurio respira durante horas limpiando máquinas. Le producen vómitos, desmayos, le quita el apetito, bronquitis, gastritis, trastornos circulatorios y un largo etcétera.

Debido a la lesión de hombro y a la bronquitis que coge en la empresa Thyssen no puede seguir trabajando de obrero y decide seguir poniendo su vida en peligro al aceptar ser cobaya humana para la industria farmacéutica. Ser conejillo de indias le supuso que las encías de la mandíbula inferior se inflamaran y supuraran. Al pasar esta etapa su propuesta es que debería aprobarse una ley que obligara a quienes obtienen mayores ganancias en la industria farmacéutica a prestarse a que los ensayos se realicen en sus propias personas. ¿Para hacer esta propuesta se necesita pasar por el experimento?

Wallraff justifica su periodismo de denuncia e investigación diciendo que escribe desde el punto de vista de las víctimas. Para mostrar una realidad como periodista no creo que sea necesario actuar bajo un papel y adoptar otra personalidad durante un tiempo limitado. Incluso en Cabeza de Turco recoge unas declaraciones de un obrero en la empresa Thyssen que ofrece el punto de vista de la víctima: “¿Qué es lo peor de mi vida? Pues estar ahora aquí trabajando en Thyssen para la empresa Adler, esto es lo peor de lo peor, más le valdría a uno morirse”.

No se puede negar a Wallraff el logro de sus objetivos en los reportajes de denuncia social, se le pueden criticar las formas, pero no la nobleza de sus causas. Para Günter lo importante es no quedarse solo en la publicación del reportaje sino que tuviera efecto en la sociedad y consigue entre otros logros que cambie la ley y las condiciones laborales, se origina polémica, conciencia social, se crean fundaciones… Pero, ¿están justificados los medios para conseguir el fin, la denuncia al trato de los turcos en Alemania? En la introducción del Periodista indeseable se recoge que “el fin justifica todos los medios y que así se disuelve todo sentido de la responsabilidad”. ¿Se puede disolver tan fácilmente la conciencia de una persona y valorar las consecuencias de sus actos? ¿Wallraff ve la denuncia de estos hechos injustos como persona responsable y consciente que cumple con sus obligaciones en la denuncia a la violación de derechos humanos? Al final del libro se recoge en anexos los diferentes juicios por lo que ha pasado Wallraff por el tipo de investigación que realiza y es consecuente y responsable ante lo que se le venía encima con su publicación.

Otra polémica abierta es si el periodismo que desarrolla Wallraff es periodismo sensacionalista. Podemos considerarlo sensacionalista por querer obtener a toda costa una gran repercusión social, por difundir información polémica y el hecho de producir sensaciones, emociones o impresiones tras esconderse el periodista en un disfraz de víctima.

También es llamativo el cambio en la traducción del título del libro Cabeza de Turco. Su traducción literal sería “Abajo del todo”. Se puede deber al dicho “eres un cabeza de turco”, apelativo que recibe alguien cuando es objeto del daño y de acusaciones de las que son culpables otros. Aunque esta expresión no fue acuñada por las injusticias que sufrían los turcos en la época industrial alemana, sino de mucho antes, de la época de las Cruzadas; cuando los cristianos lograban una victoria cortaban la cabeza de los turcos y las colgaban en un mástil de barco o en una lanza y recibían toda clase de acusaciones.


Y El Periodista Indeseable, fue un título elegido por Wallraff porque decía que era el nombre que recibía por aquellos empresarios para lo que había trabajo infiltrado, pero era un periodista deseable por la clase obrera ya que era la voz de ellos. El único arma con el que contaban para la denuncia y poder salir de esta vida laboral tan lamentable, donde las derechos humanos no eran tenidos en cuenta.

El Periodista Indeseable cuenta con una introducción realizada por Klaus Schuffels. Una gran reflexión sobre la forma y el tipo de trabajo que realiza Wallraff. Lo define como “el creador de una forma de expresión que procede tanto del periodismo como de la literatura y que ha demostrado ser un poderoso instrumento de agitación”. Unos de los subtítulos que tiene la introducción ya es muy significativo: “La literatura, arma de la lucha de clases”. Competir en el plano económico o político con los dueños de las empresas es batalla perdida, encontrar un arma tan potente, barata y en cierto modo fácil de difundir es un arma peligrosa para los patronos. Y también destaca los anexos que cuentan las consecuencias que tuvo la publicación de los reportajes. Consecuencias con las que Wallraff ya contaba como periodista responsable y comprometido con la sociedad utilizando medios de investigación muy cuestionados hoy en día.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

El arma de las clases obreras: la denuncia a través de la palabra

La migración –los movimientos de personas y de bienes– no es un fenómeno nuevo. De manera perpetua e inevitable, la gente siempre se ha movido, viajado, trasladado.

Las historias de comercio e intercambio, invasiones y conquistas, las persecuciones de sueños o de la buena vida son hechos que justifican recorrer largas distancias y desplazarse a otros lugares.

Según asegura Sassen, 1996 : “Las migraciones se regulan y siguen patrones de acuerdo a tendencias y presiones económicas, políticas e históricas”.

Hoy los inmigrantes de han vuelto parte de los mercados de trabajo e inversión, de los sistemas educativos y de bienestar, de los regímenes y discursos sobre formulación de políticas; han obtenido y ejercido –como extranjeros– derechos y privilegios normalmente reservados para ciudadanos nacionales; se han involucrado de manera extensa en la vida pública a través de actividades asociativas o afiliándose a sindicatos o partidos políticos, participando en prácticas electorales y en la producción artística o literaria. Pero antes de conseguir todo esto, han sufrido el endurecimiento del derecho de asilo, la xenofobia, la creciente reclusión en ghettos, realidades que la sociedad conocía, pero dentro de una intrahistoria no contada ni denunciada.

A finales de la década de los setenta, la forma en que entendemos y estudiamos la migración toma un giro cultural. La expresión legendaria de Max Frisch resume este cambio de corriente: “pedimos mano de obra y vinieron seres humanos”. Con este giro, al trabajador temporal se le devuelve significado como persona, como un ser total con sentimientos y cultura –no simplemente un trabajador y un huésped.

A mediados de los años ochenta Europa entra en el mundo del “multiculturalismo” y el modo de pensar predominante en torno a la migración se centra en cultura e identidad, no solo en estadística laborales.

En la industria de la construcción en Alemania se hallan ocupados 200.00 turcos, paquistaníes, yugoslavos y griegos ilegalmente empleados, lo que suponen una merma anual de impuestos y contribuciones a la seguridad social que asciende a una gran cantidad de marcos. No tienen seguro de enfermedad, cobran por diez horas al día y están quince, no pagan el transporte al empleado, aguantan insultos del capataz, el salario se cobra semanalmente y tienen que esperar varias horas a cobrar firmando un recibo del que no se obtiene copia ni factura del salario recibido.

Los traficantes de hombres gozan a menudo de protección política para eludir las sanciones. La legislación es muy laxa. Sin embargo, el gobierno federal vacila en poner coto a esos manejos. Todo lo que hay al respecto es que el arriendo de personal eventual de la construcción está prohibido desde 1982.


Los estados federales gobernados por la Unión (CDU) se niegan a reconocer como infracción penal ese comercio ilegal, motivo por el que el tráfico ilegal de alemanes y de extranjeros provenientes de la Comunidad Europea sigue siendo, jurídicamente una irregularidad. La policía, los procuradores de la Secretaría de Empleo y los fiscales eran chantajeados por los arrendatarios que también estafaban los salarios de los trabajadores ilegales y muchos eran doblegados a base de palizas y amenazas. ¿Se les puede llamar trabajadores o esclavos cuando no cumplen los derechos humanos? En el libro Cabeza de turco, uno de los compañeros turcos de Alí dice: “Esto es un infierno frío, antiguamente se gastaba más consideración con los esclavos; tenían un valor y se procuraba que su trabajo durase lo más posible. Aquí les da igual cuándo revienta uno, que hay bastantes esperando a ver si consiguen tu puesto”. La esclavitud es una institución jurídica que conlleva a una situación personal por la cual un individuo está bajo el dominio de otro, perdiendo la capacidad de disponer libremente de su propia persona y de sus bienes. Aristóteles sostiene que la esclavitud es un fenómeno natural. Mintz y Elkins consideran que existe una relación recíproca entre capitalismo y esclavitud, evidenciando que conforme varía el dinamismo del capitalismo, el carácter represivo de la actividad laboral también varía. Otros investigadores como Lester Thurow sostienen que mientras la democracia es incompatible con la esclavitud, el capitalismo no lo es. La apariencia libre del contrato entre capitalista y trabajador (que según la teoría liberal habría de ser individual y sin interferencias de negociación colectiva de sindicatos o legislación protectora del Estado) apenas enmascara la presión a la que está sometido éste por la existencia de un ejército industrial de reserva, que es como Marx denomina a los desempleados que están dispuestos a sustituirle. Como afirma Wallraff: “Para las empresas son material humano desechable, obreros de usar y tirar de los que un buen número está haciendo cola para conseguir trabajo. Este desgaste explica también por qué sólo rara vez alguien llega a resistir ese trabajo más allá de uno o dos años. Con frecuencia bastan uno o dos meses para contraer una enfermedad de por vida, sobre todo cuando te obligan a cumplir turnos dobles o triples. La idea de que el funcionamiento libre del mercado somete a los salarios a una ley de bronce que impide que asciendan más allá del límite de la subsistencia. Los proletarios deben de cuidar ellos mismos de la reproducción de la fuerza de trabajo. Pero si a esto le añadimos ser extranjero sin papeles, disminuyen aún más los derechos. Por ejemplo en la empresa Remmer a los alemanes les pagan las horas extraordinarias y suplementos por días festivos y su salario bruto es mayor. Es decir, ¿el sueldo va en función de quién eres y no de tu capacidad de trabajo?

Es chocante que incluso Wallraff dice: “Nos llevaron allí con una cuadrilla y estuvimos trabajando como negros, hasta que nos caíamos al suelo, aproximadamente cincuenta horas”. ¿Por qué ha trascendido el dicho “trabajar como negros” y no trabajar como turcos? ¿Es la creencia que la esclavitud se acabó con el capitalismo?

Ningún inmigrante o los trabajadores huéspedes que son como los llaman, suelen replicar ante cualquier injusticia que se comete ante ellos con miradas humilladas y de resignación. Ante las más graves ofensas disimulan y hacen como si no las hubieran oído. Sin duda obedece también al temor de provocaciones de pelea, pues la experiencia enseña que en tal caso, y por regla general, los extranjeros son presentados como los únicos culpables, y con tal pretexto, los dejan sin sus puestos de trabajo. De ahí que prefieran tolerar los agravios cotidianos y hagan oídos sordos para no dar pie a ningún pretexto.